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otra vez, pero parecían demasiado débiles para merecer su atención. Se desperezó y bostezó, pero
continuó sin hacer nada.
Haaashaastaak, Señor de los Lagartos,
tus hijos fueron padres de los hombres.
¡Haaashaastaak, Príncipe de los Reptiles,
ven ahora en auxilio de tu nieto!
Haaashaastaak, Padre Escamoso,
engendrador de la vida de sangre fría...
Era una escena extraña, con Elric y Yishana entonando desesperadamente el hechizo una y otra
vez mientras Moonglum seguía luchando, perdiendo fuerzas lentamente.
Haaashaastaak se estremeció y su curiosidad creció. Los ritmos no aumentaban de intensidad,
pero parecían más insistentes. Decidió viajar al lugar donde vivían las criaturas sobre las que tenía
autoridad. Sabía que si respondía a los ritmos, se vería obligado a obedecer a quien los estuviera
produciendo. Naturalmente, aquella entidad del inframundo no era consciente de que tales
decisiones le habían sido implantadas en una era muy remota, antes de la creación de la Tierra,
cuando los Señores del Orden y del Caos, que por aquel entonces habitaban un solo plano y se
conocían por otro nombre, habían supervisado la formación de las cosas y habían establecido la
manera en que debían comportarse, guiándose para su gran edicto por la voz del Equilibrio Cós-
mico..., una voz que no había vuelto a hablar desde entonces.
Con cierta pereza, Haaashaastaak se dirigió hacia la Tierra.
Elric y Yishana aún seguían su cántico con voces roncas, cuando el Señor de los Lagartos hizo
su brusca aparición. Tenía el aspecto de una iguana enorme, sus ojos eran multicolores como un
montón de joyas talladas y sus escamas parecían de oro, plata y otros metales valiosos. Los perfiles
de su cuerpo eran ligeramente borrosos, como si hubiera traído con él una parte del ambiente en el
que vivía.
Yishana emitió una exclamación, y Elric exhaló un profundo suspiro. Siendo niño había
aprendido los idiomas de todos los Señores de los Animales, y ahora tenía que recordar el sencillo
lenguaje de Haaashaastaak, Señor de los Lagartos.
La necesidad iluminó su cerebro y las palabras surgieron de pronto en sus labios.
 ¡Haaashaastaak  gritó, señalando a la criatura alada que les atacaba , mokik ankkuh!
El Señor de los Lagartos volvió sus ojos rutilantes hacia la criatura y disparó repentinamente su
gran lengua, enroscándola en torno al monstruoso ser, que lanzó un chillido de terror al verse
arrastrado hacia las enormes fauces del lagarto. Brazos y piernas se agitaban frenéticamente
cuando la boca se cerró, engulléndolo. Con varios movimientos espasmódicos, Haaashaastaak
terminó de tragarse la gran creación del brujo Theleb K'aarna. A continuación, el Señor de los
Lagartos movió la cabeza a un lado y otro durante unos instantes y desapareció.
El dolor empezó a adueñarse del brazo herido de Elric, mientras Moonglum se acercaba a él
tambaleándose, con una sonrisa de alivio.
 Os seguí a distancia como me pediste  explicó el hombrecillo , ya que sospechaba que
Theleb K'aarna podía traicionaros. Luego le vi volver solo y le seguí hasta una cueva de aquellas
colinas de allá  indicó . Pero cuando el difunto  continuó, con una risa trémula salió de la
cueva y abrió las alas, decidí que era mejor perseguir a ese monstruo, pues tuve la impresión de
que se dirigía hacia vosotros.
 Me alegro de que fueras tan astuto  declaró Elric.
 En realidad, el mérito es tuyo  replicó Moonglum . Porque, si no hubieras previsto la
traición de Theleb K'aarna, yo no habría estado aquí en el momento oportuno.
De repente, Moonglum cayó derrumbado sobre la hierba, quedó tendido de espaldas, lanzó una
nueva sonrisa y perdió el sentido.
Elric también se sintió mareado.
 Creo que, de momento, no debemos temer nuevas sorpresas por parte de ese hechicero tuyo,
Yishana  dijo a ésta . Descansemos un rato aquí y refresquémonos. Quizá más tarde tus
cobardes soldados empiecen a regresar y podamos enviarles a algún pueblo a buscar caballos.
Los dos se tendieron en el prado y, abrazados, se quedaron dormidos.
Elric mostró su asombro al despertar en una cama cálida y mullida. Abrió los ojos y vio a
Yishana y a Moonglum que le sonreían.
 ¿Cuánto tiempo llevo aquí?
 Más de dos días. No despertaste cuando llegaron los caballos, de modo que hicimos preparar
una camilla a los soldados para trasladarte hasta Dhakos. Ahora estás en mi palacio.
Elric movió con cautela el brazo herido, que tenía vendado y rígido. Aún le dolía.
 ¿Mis cosas siguen todavía en la posada?
 Puede ser, si no las han robado. ¿Por qué?
 Tengo allí una bolsa con hierbas que me curarían el brazo rápidamente y que también me
proporcionarían un poco de fuerzas, que necesito terriblemente.
 Iré a ver si todavía está todo  dijo Moonglum, desapareciendo de la estancia al momento.
Yishana acarició el cabello de Elric, blanco como la leche.
 Tengo mucho que agradecerte, lobo  murmuró la mujer . Has salvado mi reino..., tal vez
todos los Jóvenes Reinos. A mis ojos, estás redimido de la muerte de mi hermano.
 ¡Oh, señora, muchas gracias!  replicó él con un tono de ironía.
 ¡Sigues siendo un melnibonés!  rió Yishana.
 Sí, sigo siéndolo.
 Eres una extraña mezcla, sin embargo. Sensible y cruel, sardónico y leal a tu pequeño
amigo, Moonglum. Tengo ganas de conocerte mejor.
 En cuanto a eso, no estoy seguro de si tendremos ocasión.
La reina le lanzó una mirada inquisitiva y preguntó:
 ¿Porqué?
 Ese resumen de mi carácter que acabas de hacer estaba incompleto, reina Yishana; deberías
haber añadido «despreocupado del mundo... y, sin embargo, vengativo». Deseo cobrarme
venganza de tu brujo doméstico.
 Pero si tú mismo dijiste que había dejado de ser un peligro, por el momento...
 Escucha, Yishana, como has señalado, sigo siendo un melnibonés. ¡Mi sangre arrogante
clama venganza a ese advenedizo!
 Olvida a Theleb K'aarna. Haré que mis Leopardos Blancos le den caza y te aseguro que ni su
magia le salvará de esos salvajes.
 ¿Olvidarle? ¡Oh, no!
 Elric, Elric, te daré mi reino, te proclamaré rey de Jharkor, si me dejas ser tu consorte.
Elric extendió su mano sana y acarició el brazo desnudo de la reina.
 No eres nada realista, Yishana. Una decisión como ésa provocaría una rebelión unánime en
tu tierra. Para tu pueblo, sigo siendo el traidor de Imrryr.
 Ya no... Ahora eres el héroe de Jharkor.
 ¿Cómo es eso? Tu gente no ha conocido el peligro que corría y, por tanto, no sienten
ninguna gratitud. Lo mejor será que salde mi deuda con ese hechicero tuyo y luego siga mi
camino. Las calles ya deben estar llenas de rumores sobre si has llevado a tu cama al asesino de tu
hermano. No debes gozar de mucha popularidad entre tus súbditos, majestad.
 No me importa.
 Te importará cuando los nobles lleven al pueblo a la insurrección y te crucifiquen desnuda
en la plaza mayor.
 Veo que conoces nuestras costumbres.
 Los melniboneses somos un pueblo culto y refinado, reina.
 Versados en todas las artes.
 En todas ellas.
De nuevo, Elric notó que la sangre le circulaba muy de prisa cuando la mujer se levantó y
cerró la puerta con llave. En aquel momento, no sentía necesidad de las hierbas que Moonglum le
había ido a buscar.
Esa noche, cuando salió de puntillas de la alcoba, Elric encontró a Moonglum esperando
pacientemente en la antecámara. Moonglum le mostró la bolsa de hierbas con un guiño. No
obstante, Elric no estaba de humor. Sacó unas briznas de hierba de la bolsa y seleccionó las que
necesitaba. Moonglum hizo una mueca mientras contemplaba a Elric mascar y tragar la pócima. A
continuación, abandonaron juntos el castillo a hurtadillas.
Con la Tormentosa al cinto y a lomos de su montura. Elric cabalgó un poco por detrás de
Moonglum mientras éste abría la marcha hacia las montañas de más allá de Dhakos. [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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