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de mi estado actual.
«Parece que se ha levantado un velo delante de mi alma, y
el inmenso espectáculo de la vida no es a mis ojos otra
cosa que el abismo de la tumba, eternamente abierto.
¿Podrás decir «esto existe» cuando todo pasa, cuando
todo se precipita con la rapidez del rayo, sin conservar
casi nunca todas sus fuerzas, y se ve, ¡ay!, encadenado,
tragado por el torrente y despedazado contra las rocas?
No hay momento que no te consuma, que no consuman
los tuyos; no hay un momento en que no seas, en que no
debas ser destructor: tu paseo más inocente cuesta la vida
a millares de pobres insectos; uno solo de tus pasos
destruye los laboriosos edificios de las hormigas y
sumerge todo un pequeño mundo en un sepulcro.
«¡Ah!, no son las grandes y poco frecuentes catástrofes
del mundo, no son esas inundaciones, esos temblores de
tierra, que se tragan a vuestras ciudades, lo que me
conmueve, lo que me roe el corazón es la fuerza
devoradora que se oculta en toda la naturaleza, y que no
ha producido nada que no destruya cuanto le rodea y no
se destruya a sí mismo.
Universidad de Chile - Facultad de Ciencias Sociales - Programa de Informática - 1999
Johann Wolfgang von Goethe: Werther
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«De este modo avanzo yo con angustia por mi inseguro
camino, rodeado del cielo, de la tierra, y de sus fuerzas
activas: no veo más que un monstruo ocupado eternamente
en mascar y tragar.»
21 DE AGOSTO
«Al sacudir por las montañas el yugo de una pesadilla, es
en vano que extienda los brazos hacia ella, en vano que la
busque por la noche en mi lecho, cuando un sueño feliz y
sencillo me hace creer que estoy en el campo, sentado a
su lado, estrechando su mano y llenándola de besos. ¡Ah!,
cuando todavía embriagado por el sueño busco esa mano
y me despierto, un torrente de lágrimas brota de mi corazón
oprimido y lloro sin consuelo en las tinieblas de lo
porvenir.»
22 DE AGOSTO
«Es cosa fatal, Guillermo. Mi actividad se consume en
una inquieta indolencia; no puedo estar ocioso, y, sin
embargo, no puedo hacer nada. Mi imaginación y mi
sensibilidad no se conmueven ante la naturaleza, los libros
me causan tedio. Cuando el hombre no se encuentra a sí
mismo, no encuentra nada. Te juro que muchas veces me
alegraría de ser un jornalero para tener, al menos, al des-
pertarme por la mañana, la perspectiva de un día ocupado,
un móvil, una esperanza. Envidio con frecuencia a Alberto
cuando le veo enterrado en papeles hasta los ojos, y creo
que sería feliz hallándome en su lugar. Más de una vez he
estado a punto de escribirte y de escribir al ministro
solicitando ese destino en la embajada que, según me
aseguras, me concederían al instante. Así lo creo. Hace
tiempo que me estima el ministro, y antes de ahora me ha
instado mucho para que acepte un empleo. Suele
preocuparme esto durante una hora; pero cuando lo
reflexiono y recuerdo la fábula del caballo que, cansado
de su libertad, se deja poner la silla y la brida para estar
poco después rendido de fatiga.... no sé lo que debo hacer.
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Johann Wolfgang von Goethe: Werther
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Por otra parte, querido Guillermo, este deseo de cambiar
de estado que me subyuga, ¿no será acaso una oculta
insoportable impaciencia que me perseguirá por todas
partes?»
28 DE AGOSTO
«Es indudable que, si mi mal tuviera cura, esta gente lo
curaría. Hoy es mi cumpleaños, y muy de mañana he
recibido un paquetito de Alberto. Lo primero que ha herido
mis ojos al abrirlo ha sido uno de los dos lazos de color
de rosa que llevaba Carlota la primera vez que la vi, lazo
que después le había pedido varias veces; lo segundo,
dos tomitos en dozavo, las obras de Homero, de Wetstein
edición que tanto he deseado para no ir a mis paseos
cargado con la Ernesti. Ya ves cómo previenen mis deseos;
cómo buscan medios para darme estas pequeñas pruebas
de amistad, mil veces más preciosas que esos presentes
magníficos conque nos humilla la vanidad del que nos
obsequia. Beso el lazo infinitas veces al día, y en cada
aspiración saboreo el recuerdo de las felicidades con que
me embriagaron esos pocos días felices que han pasado
para siempre. Guillermo, es lo que debe ser, y no me
quejo: las flores de la tierra sólo son vanas apariencias.
¡Cuántas se marchitan sin dejar ni el más leve rastro! ¡Qué
pocas fructifican y qué pocos de estos frutos llegan a la
madurez! Y, sin embargo..., ¡oh hermano mío!...,
¿podemos no hacer caso de los frutos maduros,
despreciarlos y dejar que se pudran sin gozar de ellos?
«Adiós. El verano es magnífico. Trepo algunas veces a
los árboles del jardín de Carlota, y con una pértiga larga
cojo las peras de las ramas más altas. Carlota está debajo
del árbol y recoge los frutos que yo echo a sus pies.»
30 DE AGOSTO
«Desgraciado, ¿no está loco? ¿No te engañas a ti mismo?
Universidad de Chile - Facultad de Ciencias Sociales - Programa de Informática - 1999
Johann Wolfgang von Goethe: Werther
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¿Adónde te conducirá esta pasión indómita y sin objeto?
No pienso más en ella; ya no cabe en mi imaginación otra
figura que la suya, y todo lo que me rodea no lo veo sino
con relación a ella.
«Esto me procura algunas horas de felicidad que deben
concluir tan pronto como sea preciso que nos separemos.
¡Ah, Guillermo, adónde me arrastra con frecuencia mi
corazón! Siempre que paso dos o tres horas a su lado,
absorto en la contemplación de su hermosura, de sus
movimientos, de su celestial lenguaje, todos mis sentidos
se excitan insensiblemente, una sombra se extiende ante
mi vista, y mis oídos se embotan, siento que oprime mi
corazón una mano homicida; mi corazón, con sus latidos
precipitados, busca consuelo a mis sentidos oprimidos y
no hace más que aumentar el desorden...
«Guillermo, muchas veces no sé si estoy en el mundo y si
la tristeza me agobia o si Carlota no me concede el triste
consuelo de aliviar mi martirio, dejándome bañar su mano [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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